martes, 17 de enero de 2012

A LA SOMBRA DE REBECCA

 "Rebecca" fue la primera película que Alfred Hitchcock rodó en Hollywood y también la primera obra del director británico que vi cuando era niña. Posteriormente, la volvería a ver en muchas otras ocasiones, multitud de veces, puesto que era y es una de las películas favoritas de mi padre, un cinéfilo empedernido que adora este film hasta tal punto que estuvo empeñado en llamarme Rebeca, cosa que al final no sucedió porque a mi madre le daba "mala espina". Hace poco tiempo volví a verla, después de casi una década, al leerme el libro en el que se basa la película, de homónimo título y escrito por Daphne Du Maurier en 1938, lo que hizo que volviera a engancharme a esta enigmática historia, puesto que su lectura me gustó más (si cabe) que la propia película.

El éxito de la novela en su día, fue mayúsculo, como lo fue su adaptación al cine en 1940 de la mano de Hitchcock, en la que fue, como dije anteriormente, además de su primera incorporación en el cine estadounidense, la primera de sus colaboraciones con el productor David O. Selznick. Hitchcock era seguidor de la novelas y relatos de Daphne de Maurier puesto que ya había llevado a la pantalla su relato "La posada de Jamaica" y posteriormente también lo haría con "Los pájaros". En el caso de "Rebecca", según dijo el propio Hitchcock, estamos ante una historia fascinante, donde tienen cabida diversos géneros, el misterio, el miedo psicológico, el drama y el romance. Algo así como un lúgubre cuento de hadas al más puro estilo victoriano.

El argumento es el siguiente: Después del fallecimiento de su esposa Rebecca, ahogada en el mar, el maduro aristócrata Maxim de Winter (Laurence Olivier) se recoge en Monte Carlo intentando reponerse de tal trágica pérdida. Allí conoce a una  tímida y apocada joven (Joan Fontaine) la cual  trabaja como dama de compañía de una oronda y metomentodo burguesa americana, la Sra. Van Hopper, surgiendo en seguida una profunda amistad entre ellos hasta llegar a casarse casi inmediatamente y trasladarse juntos a Manderley, la famosa mansión de la que de Winter es propietario  situada en Cornwall, y a donde no había regresado desde la muerte de Rebecca. Ya desde el momento de su llegada a Manderley, la recién esposa, se dará cuenta de la grandísima influencia que sigue teniendo en la casa la fallecida primera señora de Winter: su nombre, la majestuosa R de su inicial apareciendo casi en cualquier parte, su aroma que continúa impregnado en cada rincón de la casa y por supuesto, el recuerdo imborrable que parece tener en los miembros de la mansión, sobre todo en la distante y fanática Señora Danvers (Judith Anderson), abnegada ama de llaves de la casa y en la memoria del propio Sr. de Winter. La joven sentirá desesperadamente que tiene que luchar contra el peor de los enemigos: Rebecca, un fantasma idealizado, un recuerdo que ha poseído toda Manderley y que parece estar más vivo que nunca...



Lo más impresionante de esta historia, tanto en la novela como en la película, es lo majestuosamente reflejada que está la influencia de un personaje que no aparece físicamente en ningún momento, si no que sólo se manifiesta en un nombre y en la forma de actuar del resto de los personajes. Así, nos podemos imaginar claramente a la idealizada Rebecca, como una mujer bellísima, una gran dama de la aristocracia, elegante, segura de sí misma, influyente y sofisticada.Y dicha idealización queda aun más patente al observar a su sucesora, una chica que representa casi todo lo contrario que ella: tímida, torpe, una belleza vulgar, introvertida e influenciable, sin que ni si quiera su nombre sea dicho en ningún momento de la historia para enfatizar aún más la subyugante presencia de Rebecca. Vemos así como la segunda Sr. de Winter intenta escapar e imponerse ante tal idolatrado fantasma, temiendo a todos y dudando de las verdaderas intenciones de su marido al haberla convertido en su esposa, pensando si lo hizo por amor o porque se veía incapaz de volver a Manderley sin una compañía que  mitigara de alguna manera sus recuerdos hacia Rebecca.

Una jovencísima Joan Fontaine con tan solo 22 años, representaba el personaje de segunda señora de Winter, y según se dice, fue maltratada tanto por Laurence Olivier que intrepretaba a su marido en la película, porque había querido que fuera su entonces amante Vivien Leight quién interpretara a su esposa y debido a eso guardaba un enorme rencor hacia Fontaine, como por el propio Hitchcock, siempre famoso por torturar psicológicamente a sus actrices, en este caso, metiendo cizaña entre Fontaine y Olivier, para conseguir que la primera se mostrara huidiza y tímida, como requería precisamente su papel como segunda señora de Winter. 


El personaje del ama de llaves, la Señora Danvers, es sin duda, uno de los más recordados de Rebecca. Considerada una de las mejores malas de la historia del cine, fue encarnada magistralmente por Judith Anderson. Malvada, vengativa y fría como un témpano, la Señora Danvers, celaba el recuerdo de Rebecca de manera casi enfermiza, como una loca enamorada, intentando poner en contra de ese mismo recuerdo, de Manderley y del Sr. de Winter a la desdichada segunda esposa de éste de las maneras más retorcidas y despiadadas.


Pero un oscuro secreto se esconde tras la misteriosa y trágica muerte de Rebecca, un secreto que puede hacer tambalear su pedestal, empañar su nombre y que acompañará al Sr. de Winter y a Manderley hasta el final.. Precisamente es este final, la causa de la muerte de Rebecca lo que considero que eleva más la novela por encima de la película, puesto que es mucho más crudo y sincero que en la versión cinematográfica, más suavizado, quizás, por los requerimientos morales de la época.

A destacar de la película su tétrica y gótica atmósfera, la secuencia en que Fontaine aparece disfrazada con el vestido de uno de los cuadros de la mansión, el mismo que Rebecca vistiera, a instancias de la Sra. Danvers, ante la atónita mirada del Sr. de Winter; la imagen de Manderley consumida en llamas y por su puesto, la asfixiante presencia de la inolvidable Rebecca...



"Anoche soñé que volvía a Manderley de nuevo..."

jueves, 12 de enero de 2012

EL HABITANTE INCIERTO


Título original: El habitante incierto.
País: España.
Director: Guillem Morales.
Reparto: Andoni Gracia, Mónica López.
Género: Terror psicológico.

Con ecos del cine de Polanski y Lynch, realizó el director Guillem Morales su ópera prima "El habitante incierto",una extraña película dividida en dos partes donde se mezcla el terror psicológico, con el thriller y el drama cotidiano, dando lugar a una obra refrescante y cuanto menos original dentro de nuestro cine actual.

La película narra la historia de Félix (Andoni Gracia) un joven y hermético arquitecto que vive en una enorme casa de 500 m2 y que es un fanático del silencio y del orden. Félix hace meses que rompió con su novia Vera (Mónica lópez) aunque ésta aún mantiene parte de sus pertenencias en la casa y eso hace que en cierta manera, aún se sienta vinculado a ella. Una noche, un hombre llama a su puerta preguntándole si puede utilizar su teléfono, puesto que la cabina que está situada enfrente de la casa parece no funcionar; Félix le hace pasar y mientras deja al misterioso hombre en el recibidor donde supuestamente va a realizar la llamada,  él marcha a la cocina de la casa para dejarle intimidad. Cuando se dispone a acompañarlo a la puerta ve que el hombre ha desaparecido misteriosamente y se percata de que no le ha oído hablar por teléfono ni tampoco marcharse. A partir de ese momento empezará a obsesionarse con cada uno de los ruidos que oye en su casa, creyendo que en realidad el misterioso hombre sigue allí, escondido en las diferentes estancias de la vivienda, acechándole. Sus miedos se apoderarán de su capacidad de raciocinio, por lo que pedirá ayuda a su ex novia, quién a pesar de intentar ayudarle y querer reconciliarse con él, será espectadora de la obsesión enfermiza de la que es presa su ex pareja, hasta temer por su propia integridad. Félix, tratando por todos los medios de saber quién es el habitante misterioso que cree que mora en su misma vivienda, llegará a ocupar una de las casas vecinas donde vive sola una inválida mujer, Claudia (Mónica Vera), cuyo marido (llamado Martín) ha desaparecido misteriosamente,y acabará viviendo a escondidas, precisamente como ese misterioso e incierto inquilino que le tiene aterrorizado.

"El habitante incierto" recuerda vagamente, a "El quimérico inquilino" de Roman Polanski tanto por la opresiva atmósfera que se desarrolla casi exclusivamente dentro de dos casas similares (la del protagonista y la de la vecina) como por el derrumbamiento mental y emocional de ambos protagonistas y el no saber qué es cierto o qué forma parte de la mente perturbada de ambos. También recuerda a un cuento de fantasía y terror de Julio Cortázar "La casa tomada" donde los protagonistas se ven obligados a abandonar su propia casa ante la presencia de "algo", una especie de ente, que se va apoderando de cada una de sus estancias hasta obligarles a marcharse definitivamente.

En mi opinión, la película pretende ser una especie de alegoría o metáfora sobre el miedo del ser humano a la soledad, ya que el protagonista  empieza a obsesionarse con la idea de que otra persona habita en su casa, en el momento que es abandonado por su ex novia, y no deja de ser sorprendente que el motivo que ésta alega para abandonarle sea, precisamente, el hecho de que él estuviera demasiado enfrascado en su trabajo y no pareciera percatarse de su presencia, como ella misma dice al principio de la película: "necesito vivir en un lugar más pequeño, esta casa es demasiado grande, alguien se podría perder aquí y no sería visto en días...". Como si el hecho de solo saber que alguien vive junto a nosotros nos pueda llegar a tranquilizar o por el contrario a aterrorizar. Representa, a su vez, esos miedos arraigados en el subconsciente colectivo sobre la angustia de imaginar que alguien podría invadir nuestra privacidad, nuestros más íntimos secretos, teniendo constancia de cómo somos en realidad.

En cuanto a la realización de la misma, aunque sin duda muestra un interesante planteamiento, su desarrollo es francamente irregular. En la primera hora de la película, sin duda la mejor, la tensión y el misterio son los auténticos protagonistas,  viendo como ese miedo infantil de Félix va transformándose en una auténtica obsesión, sin saber en ningún momento si estamos ante un miedo basado en algo verdaderamente real o enteramente imaginario. En la segunda hora, ya ese misterio y esa tensión se tornan en una historia mucho más extraña si cabe, pero con unas dosis más altas de drama, vouyerismo o incluso comedia  (resultando, en ciertas ocasiones hasta ridículo). Llegando hasta un enigmático y sorprendente final, que aunque intenta atar todos y cada uno de los cabos, deja un gran espacio a la imaginación y subjetividad del espectador, no en vano, resulta ser una de esas películas en las que es obligatorio un segundo visionado.


El conjunto, por tanto, lejos de ser brillante, va descendiendo en intensidad, remontando de nuevo hacia los últimos diez minutos de la trama. resultando aún así una valiente y original propuesta, realizada con escasísimos medios y actores casi desconocidos, una ópera prima muy decente y merecedora de todo respeto del catalán Guillem Morales quién además, intenta introducir elementos muy "sui generis" en los dos largometrajes que hasta ahora ha dirigido, ésta y "Los ojos de Julia" protagonizada por Belén Rueda (2010). En ambas películas, Morales, desdobla a su actriz principal en dos personajes diferentes: En "El habitante incierto" la actriz Mónica López intrerpreta tanto a la ex novia del protagonista como a la vecina minusválida de la casa vecina, otorgando mayor incertidumbre a la trama,  suponiendo que el protagonista decide habitar la casa vecina precisamente al sentirse atraído por su  dueña de gran parecido físico con su ex novia. Por otro lado, en "Los ojos de Julia" Belén Rueda encarna tanto a la protagonista como a la hermana de la misma. Un elemento que parece ya ser "marca de la casa" de su director, influenciado quizás por el "Vértigo" de Alfred Hichtcock y el doble papel que interpretaba Kim Novak. Otro de sus peculiaridades más significativas en sus dos películas como director es el hecho de dividir la trama en dos partes bien diferenciadas, siendo éste un signo de valentía a la hora de filmar pero que en ambas da como resultado ese conjunto irregular al que me refería anteriormente.

En definitiva, una película original, que en momentos llega a aterrorizar, que plantea muchas más cuestiones de lo que en principio se pueda observar.


domingo, 1 de enero de 2012