martes, 9 de abril de 2013

SARITÍSIMA: UNA DIVA "MADE IN SPAIN"


Sin duda este Abril de 2013 está siendo un mes trágico para el cine español. Hace unas semanas, nos dejaba Pepe Sancho y en escasos 8 días, también lo han hecho Mariví Bilbao, Bigas Luna y Sara Montiel, Saritísima, la gran diva española de los años 60, a los 85 años.

Nunca fue ni una buena actriz ni una gran cantante y en los últimos años se convirtió, más que nada, en protagonista de la prensa rosa más cutre y chabacana. Pero lo cierto es que Sara Montiel, fue una de las artistas pioneras en abrir las puertas de Hollywood y no en una época cualquiera, si no en los años dorados del cine americano. Analfabeta hija de campesinos manchegos ( se aprendía los diálogos de sus películas de memoria según se los iban leyendo, aprendió a leer y a escribir gracias al poeta León Felipe) su deslumbrante e incuestionable belleza le abrieron las puertas del cine patrio de la mano del director de la revista Triunfo, José Ángel Ezcurra. Debutó al lado de Fernando Fernán Gómez en Empezó en boda, a principios de los años cuarenta, con tan solo 16 años.

Pero como el éxito en suelo patrio parecía retrasarse y ella quería ser una bomba, decidió emigrar a México, donde triunfó por todo lo alto, como ella siempre había soñado. Gracias a sus películas mexicanas, Hollywood se fijó en su racial belleza y la reclamó para Veracruz junto a Gary Cooper y Burt Lancaster. Después de realizar un puñadito de películas en Hollywood y de casarse con uno de los mejores directores del Western, Anthony Mann, a Sara Montiel le llegó el éxito rotundo y repentino en España con una modestísima película de lo más cañí, El último cuplé en 1957. No se lo pensó dos veces, dejó Hollywood , donde se había codeado con las más grandes estrellas (más fuera que dentro de la pantalla) y volvió a España hechizada por el éxito desbordante de la película y con el fin de convertirse en lo que fué: la gran estrella española de los 60, desbordando descaro sin pelos en la lengua y sensualidad en una España aún sumergida en el franquismo.


Tenía la lengua muy larga, muchos aires de grandeza y una personalidad excesiva y extravagante, sin duda todo ello fue lo que la catapultó al estrellato en su juventud y a las portadas del papel cuché durante toda su vida. Su lista de amantes fue interminable, desde el dramaturgo Miguel Mihura, pasando por el nobel Severo Ochoa y por sus 5 maridos. Toda una diva con vida excesiva, dejó el cine a mediados de los años 70 porque, según palabras suyas "el destape no era lo mío". Y vivió en su mundo de diva fantasiosa, donde ella seguía siendo la máxima estrella. Nunca le importó su declive, ni haber dejado pasar oportunidades para su renacer cinematográfico, como rechazar  participar en una película de Almodovar. Fue Saritísima hasta el último de sus días, como bien refleja una entrevista concedida al periódico El País, hace tan solo unos meses, en octubre de 2012, donde aún se percibía su pasión hacia su propia vida, donde nunca se ha llegado a saber  muy bien qué fue realidad y que ficción. Al fin y al cabo, como ella misma dijo: "Todo fue un sueño: lo inalcanzable, alcanzado. Como en un cuento de hadas".


A continuación, corto y pego alguno de los pasajes más interesantes de aquella entrevista concedida a El País:

" Lleva un vestido blanco y unas sandalias con incrustaciones doradas. Sus uñas –postizas– son verdes. Su pelo, rojo, recogido con una coleta. Acaba de lavarse la cara, no está maquillada. Solo se ha puesto un poco de Nivea sobre la piel bronceada, “secuela del verano en la playa”, cuenta. Se sienta, delicada, en un sillón gris de flores, suspira y coloca las manos sobre el regazo. Ahí está. Es Saritísima, la última diva.
Tiene 84 años (“nunca he ocultado mi edad”) y afirma –categórica– que sigue estando vigente. Amadrina este fin de semana el festival de cine de Almería AWFF, que además rinde tributo a su contribución alwestern. Y no piensa bajarse de los escenarios. “En primavera me pongo a dar conciertos. Y me va muy bien. Pero en diciembre y enero no hago nada, ¿eh? El año pasado hice seis galas. Me quieren mucho en toda España. Estoy dos horas en el escenario y todos salen encantados. Y no hago nada para cuidar mi voz”, dice mientras enseña orgullosa un póster de una actuación en Zamora del pasado junio. Aparece recostada, cubierta por una sábana rosa pálido y con un puro en la mano"
 Sobre El último cuplé

" No había quien financiara la película. “¿Para qué recuperar los cuplés?”. El productor Juan de Orduña escuchaba una y otra vez la misma pregunta. Tras tanta insistencia, su hermano logró conseguir un pequeño crédito gracias a un aval. Sara Montiel acababa de hacer Yuma en Hollywood y, previa advertencia sobre las limitaciones de rodaje, viajó a Barcelona para protagonizar El último cuplé.
Orduña quería que una “cantante profesional” doblara a la actriz en todas las canciones que tenía que interpretar, pero no hubo quien aceptara sin que le pagaran en el acto. Así que la protagonista tuvo que hacerlo. Pidió a la orquesta que bajara medio tono para adaptarse a su voz y comenzó a entonar Nena, Clavelitos, Ven y ven.
Fueron tres meses de rodaje llenos de obstáculos. Los decorados eran de cartón. Hubo a quien le tocó usar un vestido de papel. Se hacía una única toma de cada plano porque no había película para más. Un día, el director estadounidense Anthony Mann, entonces esposo de Sara Montiel, visitó el plató y, al ver la precariedad de medios con la que se trabajaba, concluyó que la cinta estaba destinada al fracaso. “Nunca había trabajado en condiciones tan malas. Después de haber estado en México y EE UU, esto era pésimo”, recuerda ahora la actriz, quien al acabar la filmación se fue a Nueva York.
Transcurría la primavera de 1957 y el teléfono comenzó a sonar con noticias inesperadas: “La película es todo un éxito. El cine Rialto está a reventar. La gente tiene que comprar las entradas con varias semanas de antelación. Esto ya es un fenómeno social”. ¡Por fin! Sara Montiel llevaba años soñando que un día, no muy lejano, fuera recibida en un aeropuerto por una multitud de gente y de fotógrafos (“como le ocurría a Sofía Loren”). Y ese día había llegado. Un gentío alborotado y decenas de flases le dieron la bienvenida en Barajas.
A partir de entonces, el éxito fue estratosférico. Comenzó a protagonizar una cadena de melodramas musicales. Puso su tarifa: “Un millón de dólares por película”. Ella misma elegía las canciones que iba a interpretar. También el vestuario, para que estuviera a juego con la escenografía. Y hasta el horario de trabajo: “Porque me negué a volver a madrugar. En México y EE UU tenía que levantarme a las cinco y media o seis de la mañana. ¡Nunca más!”. Se olvidó de Hollywood: “En todas partes cayó El último cuplé como una avalancha y en todas partes triunfó. ¿Quién, en un caso así, querría volver a hacer de india?”.
Sobre sus amoríos, sus experiencias, sus planes...

Con Gary Cooper y Burt Lancaster en Veracruz.
Se dice que intimó demasiado con Marlon Brando. “Ah, eso es por los huevos de Marlon. Lo conocí en 1951, en una película que él hacía con Frank Sinatra. Luego nos volvimos a ver cuatro años después, cuando él rodaba Sayonara. Una vez le dije: ‘Yo hago unos huevos fritos con ajos, a lo manchego, ¡que pa qué te cuento!’. Y ahí quedó la cosa. Como a las dos semanas, a las cinco de la mañana, Margareth, una criada divina, negra del sur, que teníamos Anthony Mann y yo me despertó: ‘¡Señora, Marlon Brando está en la cocina!’. Pues salí, le hice unos huevos fritos con ajos y un café que me salió buenísimo. Luego él no paraba de decir: ‘He comido huevos manchegos, huevos de la tierra de Don Quijote’. Muy majo. Compartíamos también el gusto por México, donde él había hecho ¡Viva Zapata!, pero nada más”.
Se dice que fue amante de Gary Cooper. “¡Ay, por favor! Jamás tuve relaciones amorosas con él. Fuimos amigos, y ya. Cuando lo traté, yo estaba con Severo Ochoa. Es cierto que si hubiera querido, habría hecho el amor con Gary Cooper. Pero no quise”.
En resumen, “se dicen muchas mentiras”, aclara, “y ninguna me ha afectado. Estoy acostumbrada”."
Junto a su marido, Anthony Mann
"Sara Montiel llegó al Distrito Federal acompañada por su madre en abril de 1950. “¡Ay, qué país México! Qué sitios, qué comida, qué gente. Una industria cinematográfica muy profesional, en plena época de oro. ¡Y la gente se podía divorciar! Una realidad que contrastaba con la España cutre que teníamos. Al instante me hice famosa. Cómo no, si me pusieron al lado de Pedro Infante. Hice tres películas con él. Y me hice mexicana, claro. Todavía tengo mi carta de nacionalidad en la caja fuerte. Cuando me casé con Tony Mann, en Los Ángeles, me casé con mi otro pasaporte, el mexicano”.

México contaba con refugiados españoles de primer nivel. Gracias a José Puche, que había sido ministro de Sanidad en la República de Juan Negrín, Sara Montiel empezó a rodearse de intelectuales. Ella, que nunca ha sido “mujer de escuela y universidades”, tuvo “al mejor maestro”: el poeta León Felipe. “León no soportaba que yo no supiera leer bien, que fuera tan ingenua, inculta. Me daba libros de historia de México. Y yo los leía, los copiaba. Así aprendí a leer y escribir. Me puso a estudiar teatro. Se enamoró de mí. Pero… yo no. Y creo que le decepcioné. A sus tertulias acudía gente como Alfonso Reyes o Pablo Neruda. Un día me presentó a Diego Rivera y a Frida Kahlo. Jamás imaginé estar con gente así”.Se había ido a EE UU sin hablar inglés (“lo aprendí fonéticamente, apuntando los diálogos como debía pronunciarlos”) para hacer películas como Veracruz y Serenade, donde conoció a Mann. Pero tras el éxito deEl último cuplé centró su vida artística en España, hasta que en los setenta dejó de filmar. “Después de Cinco almohadas para una noche me di cuenta de que el destape no era para mí. Era muy vulgar. Tuve muchas ofertas, pero no acepté”.

Bromeando con James Dean
Tampoco imaginó conocer a Hemingway. “Fuimos a Cuba a grabar unos exteriores y [la mecenas] María Luisa Gómez Mena organizó una cena para el equipo en su mansión. Invitó a más gente, entre ellos a Ernesto. Al acabar, salieron los criados con unos puros. Él cogió dos y me dijo: ‘No sé por qué me da que tú vas a fumar muy bien. Como la señora Gómez Mena, muy elegante’. Uy, yo casi me ahogo con el humo. Y él me dijo: ‘No tienes que tragarlo: no debe llegar más allá de la punta de tu lengua’. Y eso he hecho hasta ahora. Fumo de vez en cuando. Y sé que lo hago con la mano muy bien puesta. Hay mujeres que cogen el cigarro mal, arrugado, pero yo lo hago con la mano estirada. Me lo ha dicho mucha gente, y sé que tengo ese don.”

Junto a Hichcock



"Tiene nostalgia de sus amores. “Cuatro matrimonios y, ¡uy!, ya perdí la cuenta de los novios. El primero fue Miguel Mihura. Yo tenía 17 años y él 40. A León Felipe lo quise, pero no me enamoré. El gran amor de mi vida ha sido Severo Ochoa. Pero fue un amor imposible. Clandestino. Lo vi por primera vez en el consulado mexicano de Nueva York y me gustó de inmediato. Y yo a él. Pero estaba casado y, además, no pegaba que él estuviera investigando y yo haciendo películas. ¿Qué iba a ser mi vida con él? ¿Él en su laboratorio y yo tomando el té con las esposas de otros científicos? No. Con Tony Mann estuve casi siete años, hasta que nos divorciamos porque cada uno tenía sus planes. Chente [el empresario José Vicente Ramírez García-Olalla] fue un error. Quería que dejara mi carrera y se apropió de buena parte de mi dinero. Pepe Tous fue mi gran compañero, ¡27 años juntos! A él le debo el impulso de la faceta de cantante y principalmente que fue un gran padre para mis hijos hasta el último de sus días”.


“No soy la clásica señora. En absoluto. Estoy escribiendo y grabando cosas que publicaré luego o cuando muera. Tengo 84 años, ya no tengo mucho tiempo, soy consciente. Pero desde hace 54 años [cuando triunfó El último cuplé] no ha salido nadie como yo, que haga las taquillas que hacía yo. Tengo una placa en un cine de México porque estuve tres años con El último cuplé. Y eso no vuelve a repetirse. Mi éxito, lo que me pasó a mí, llegar a lo que llegué, ya es muy difícil”.
Y la época que usted protagonizó, ¿tampoco volverá? “Ya no. Porque se acabó el glamour de antes. Era otra manera de lanzar a las estrellas. Los estudios nos cuidaban mucho. Nos protegían. Una estrella no iba al supermercado a comprar un kilo de carne y unas zanahorias con unos pantalones cualquiera y la camisa por fuera. Hoy sí. Y por eso la gente no les tiene respeto. Ahora la gente no se mata por ver a una estrella, las tienen en anuncios, en la tele…”.
Ella sigue cuidando sus apariciones públicas. “Siempre visto de rojo, negro o blanco, un consejo que me dio Marlene Dietrich”. Disfruta hablando horas sobre su trayectoria. Pero siempre se guarda algo. Ha sido la primera española en Hollywood. Es la última diva. “Hay que mantener el misterio”, concluye.

Ver artículo completo en:
http://elpais.com/elpais/2012/10/12/gente/1350057827_636150.html

2 comentarios:

abril en paris dijo...

Una entrada muy completita Carol. Y es que ésta mujer se salia de lo "normal" para la época. La primera en Hollywood y casi sin saber ni inglés ni muchas cosas, solo con sus belleza y desparpajo.
No me creo ni la mitad de lo que contaba pero bueno..¡ quién sabe!
Una Diva. Descanse en paz

Un beso :-)

CAROL LEDOUX dijo...

Pues yo tampoco me creo todo lo que contaba, pero la verdad es que fue una mujer muy muy guapa, osea que nunca se sabe!

me alegra verte por aquí, Abril :)

besos