Título original: La piel que habito.
País: España.
Director: Pedro Almodóvar.
Reparto: Antonio Banderas, Elena Anaya, Jan Cornet, Marisa Paredes, Blanca Suárez, Eduard Fernández, Roberto Álamo.
Género: Drama.
Cierto es que nunca he sido muy seguidora del cine de Almodóvar, aunque me quito el sombrero ante sus películas porque es indiscutible que es de lo mejor que tenemos en el cine español. Cómo ya he mencionado en otras ocasiones, ante los cineastas y artistas en general que tienen identidad y sello propio en sus creaciones está mi más profunda admiración y es por ello que a veces me cuesta tanto realizar pequeñas críticas como las que escribo, sobre sus obras. Con la última cinta de Almodóvar, La piel que habito, he visto que tanto la crítica como el público han estado divididas en bandos contrincantes, o les ha encantado o les ha defraudado, debo de ser de las pocas personas que se mantienen en un punto intermedio ante la misma. Y es que, aunque considero que hay algunos elementos ridículos y esperpénticos que menoscaban la cinta en su totalidad, la trama central me ha gustado bastante. Por otro lado, también he de confesar que en todas las películas del director manchego siempre he encontrado esos puntos que sus más acérrimos admiradores consideran como sublimes, pero que a mi siempre se me han antojado exagerados y hasta ridículos (salvo en la maravillosa Volver a la que considero su mejor película hasta la fecha).
La cinta, que toma la novela Tarántula de Thierry Jonquet como boceto, es extraña e introduce algo novedoso hasta ahora en el cine de Almodóvar, nada menos que la ciencia ficción, eso sí, aderezada ésta con sus temas recurrentes de siempre: transexualidad, drama costumbrista, dosis de humor bizarro (aunque estemos ante un dramón) y su fascinación por liar la madeja hasta límites imposibles, rizar el rizo de las relaciones interpersonales de sus protagonistas hasta esa delgada línea que separa lo absurdo de lo sensacional.
La sipnosis es complicada de plasmar sin desvelar en demasía el desarrollo de la cinta, en líneas generales, trata sobre la pasión amoroso-destructiva que se establece entre Robert Ledgard (Antonio Banderas) un cirujano multimillonario, trastornado por el fallecimiento de su mujer (la cual se suicidó al haber quedado completamente desfigurada por las quemaduras sufridas a raíz de un macabro accidente de coche) y de su hija Norma, (una muchacha de frágil estabilidad emocional provocada por la presencia del suicidio de su madre y un trágico episodio que es pieza central de la trama) con una paciente a la que tiene secuestrada en su casa, llamada Vera (Elena Anaya), a la que utiliza de cobaya sobre la que experimentar .la creación de una piel sintética única, perfecta, una coraza contra cualquier agresión, una piel con la que pudiera haber salvado a su mujer...
En mi opinión, La cinta parte de una forma algo descontrolada y grotesca, la aparición del personaje de Zeca (Roberto Álamo), disfrazado de tigre y su aportación a la trama me pareció absurda, tosca e irrisoria, a pesar de la crueldad de la misma y de ser el punto de partida de la explicación de la trama. Zeca es hijo de Marilia (Marisa Paredes) la fiel sirviente de Ledgard que guarda un secreto sobre éste. Ambos personajes se me antojaron innecesarios y absurdos, al margen de una historia que poco o nada tiene que ver con ellos, ahí es donde reside el fallo más importante de esta obra. Esa fijación de Almodóvar por liar la madeja entre los personajes que en otras ocasiones ha sido tan efectiva, en esta película, no aporta más que la comicidad que pueda provocar un cotilleo grotesco. Una vez que este personaje sale de escena, es cuando la película comienza a despegar presentándonos mediante un "flashback" el personaje de Vicente (Jan Cornet) y también el de Norma (Blanca Suárez), los cuales vivirán el acontecimiento clave de la historia, a partir del cual se va desarrollando la trama central, la relación de los personajes protagonistas: Vera y Ledgard.
La película tiene reminiscencias a la historia de Frankenstein por ese afán del cirujano interpretado por Banderas de crear a su particular criatura y a El Coleccionista de William Wilder, en cuanto a la relación de amor-odio y de síndrome de Estocolmo mantenida entre los protagonistas, el guardián y su cobaya humana. La puesta en escena es impecable, algo más sobria que lo que suele ser habitual en su filmografía, donde suele predominar el color, aunque en esta también se den esos toques de ese color, sobre todo, en lo que concierne a los personajes de Marilia y Zeca. Las interpretaciones me parecieron correctas, destacando sobre todo la de Elena Anaya en un papel bastante complejo, y la de Jan Cornet, interpretando a Vicente. Marisa Paredes no aporta, como dije anteriormente, nada interesante y Banderas nunca me ha parecido demasiado bueno, así que tampoco podría esperar mucho más de él. También hay que destacar la presencia de dos de nuestras jóvenes promesas femeninas, las guapas Blanca Suárez y Bárbara Lennie, ambas en pequeños pero jugosos papeles, sobre todo el de Blanca quien interpreta a la joven Norma, hija del protagonista.
Personalmente, creo que el final de la película, al igual que sucede con el principio (aunque en menor medida) resta grandeza a la totalidad de la obra, siendo éste demasiado precipitado y hasta un poco pueril (la escena final en la habitación), aunque personalmente, y aunque pudiera rozar un poco el ridículo, a mí la última secuencia, me conmovió. Y sin duda, si hay algo que destacar de La piel que habito, es la maravillosa banda sonora del siempre fantástico Alberto Iglesias.
En definitiva, La piel que habito, es una obra irregular y extraña que teniendo momentos muy buenos (la parte central de la película) se ve empequeñecida por otros bastante flojos, pero que, como digo, es lo que a mí me suelen resultar casi todas las películas del director manchego.
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